¿Cómo hablar de Dios hoy?

¿Cómo hablar de Dios hoy? ¿Cómo podríamos decírselo al hombre de hoy, a ese hombre nuevo y distinto del siglo XXI?

De nuevo la clave: Seguimos tus huellas, las de Jesús. ¿Y dónde están sus huellas hoy?

Hoy, como siempre, en el hombre, en el hombre nuevo. Fíjate que Jesús siempre habla del hombre nuevo, que es justamente aquel a quien queremos mostrar y llevar a Dios.

Debemos admitir que el mundo nuevo lo hace siempre el hombre nuevo. Lo que hace que yo sea viejo no es la edad, sino lo que no tengo de humano, por ejemplo anclarme en el pasado y no mirar hacia adelante. Lo humano, el hombre que soy, siempre es un hambriento de novedades, siempre.  

Por eso, el hombre que pone como argumento sus ochenta años para que no le cambien las cosas, es sospechoso. Este tiene un espíritu viejo. Hay que enterrar el hombre viejo para que crezca el hombre nuevo constantemente en nosotros. El siglo XXI ya está aquí, lleno de novedades, y lo que nos sigue caracterizando es la inquietud, siempre buscamos lo nuevo.

Caminar hacia delante

   En la portada de un libro que se llama La historia de Occidente, de Van der Meer, aparece un medallón con el retrato de San Agustín. En el medallón se ve un hombre a lomos de una burra. Es San Agustín haciendo el camino de Tagaste hasta Milán. El hombre camina siempre. Y San Agustín, por el hecho de caminar, se iba a encontrar, sin saberlo de antemano, con San Ambrosio, quien provocaría su conversión. En la inscripción podemos leer: “el hombre occidental siempre camina hacia adelante, no siempre hacia lo mejor, pero siempre hacia lo bueno y nuevo”. Es decir, no se camina porque se nos asegure un camino de rosas, sino porque el caminar siempre nos lleva al éxito, a la sorpresa, a lo nuevo. Esa es la aventura de la fe.

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Testo tomado de
FERNANDEZ IBÁÑEZ JJ., Seguimos tus huellasEditorial De Oriente a Occidente, 2 ed., p. 27. 

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¿Quiero una sociedad más libre y más justa en el siglo XXI?

Es Dios quien está poniendo en mí esa aspiración tan noble. Este es Dios, el que empuja por dentro, por lo más vivo y último del hombre. Dios nunca llega al hombre como esclavitud ni como coacción. Y esto es típico de Jesucristo y de los profetas del Antiguo Testamento.

Sin embargo, la mayoría de las veces hablamos de Dios como de una fuerza exterior que le llega al hombre, y le llega de una forma totalmente inoportuna.

Algunos profetas del Antiguo Testamento hablan de Dios como de aquel que viene a podar, a segar, incluso a devastar. Aunque en cierto modo es así, sin embargo no es esa la verdad fundamental. La verdad fundamental es que Dios nunca le llega al hombre como una imposición, como una coacción y menos todavía como una esclavitud, nunca.

Cuando percibes que Dios te resulta un estorbo, ese no es Dios. Cuando sientes que Dios llega a lo más íntimo tuyo, a lo que te hace ser tú, y te estorba, eso no es Dios. Puedes pasar de él perfectamente, no es Dios, porque Dios nunca estorba, nunca, aunque lo predique el más santo.

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Tomado de,

FERNANDEZ IBÁÑEZ JJ., Seguimos tus huellas, Editorial De Oriente a Occidente, 2 ed., p. 24. ISBN: 978-987-24696-2-7

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La navidad como fiesta cósmica

El padre Taché, sacerdote jesuita, dice en el libro Seguimos tus huellas: El mundo de hoy nos pide que justifiquemos cualquier afirmación que hagamos, y no utilicemos a Dios tan fácilmente como lo hemos hecho hasta ahora.

Llega el mes de diciembre y aquí en Occidente todos nos preparamos para festejar la Navidad, el nacimiento de Jesús, es recordar ese nacimiento, el del hombre que cambió la relación del ser humano con su divinidad.

Es el tiempo de arbolitos con luces, pesebres, la familia reunida para la noche del 24 , mesas decoradas con velas, pensamos en regalos, compramos ropa nueva, nos ponemos emotivos, recordamos a los amigos que están lejos, a los familiares que ya no están. Pero lo más importante es la fiesta del nacimiento de Jesús, que recordamos el 24.

Si lo miramos desde esa perspectiva da la impresión que nos perdemos en frivolidades y no tenemos en cuenta la celebración religiosa, como decía mi tía, “se pierde el verdadero significado de la Navidad”, y no es así. Todo es parte de la celebración religiosa, todos los preparativos y festejos son parte del lenguaje de la espiritualidad, de las manifestaciones externas del sentimiento que tenemos con Jesús; ese sentimiento que no se puede expresar en palabras.

Son días maravillosos que estamos de fiestas. Días que nos hace recordar cual fue su enseñanza para poder ponerla en práctica: llamar a DIOS, PADRE y a los demás hombres, mujeres, niños, ancianos, toda la creación, llamar “HERMANOS”. Todo el mundo, todo el Cosmos, es hermano nuestro.

Ese es el mensaje de Jesús. Ese es el sentido de la fiesta de la noche del 24, sentir esa hermandad. Jesús no vino a enseñar teología. No vino a hablar de Dios. Jesús enseñó que Dios es Padre de todos y que todos somos hermanos. Que todo el cosmos, toda la creación es hermana nuestra.

Por eso se dice que la Navidad es la fiesta de la familia, la familia reunida con Dios Padre. Feliz Nochebuena, Feliz Navidad.

Maria Benetti Meiriño

Escúchalo en audio, en voz de la autora:

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Hablar de Religión suena mal

Estamos en un momento de la historia en que hablar de religión suena mal, cosas del pasado y sin interés. Pero éste es el problema: todo ser humano, por ateo que sea, es profundamente religioso, porque busca, no se contenta con nada, y sigue buscando…, hasta el infinito.

El hombre que no se contenta con nada y sigue buscando, aunque no quiera saber nada con Dios necesita y aspira a la plenitud, Dios.   Y al hombre que se cree religioso, porque cree en Dios, habrá que decirle que Dios no es un ser religioso, porque religión es el lazo de dependencia con un ser superior, es una atadura con Dios, y Dios no está atado a nada ni a nadie. Dios ya está unido consigo mismo, no necesita para nada que lo aten, por eso decimos que Dios no tiene religión.

El único ser que por definición no puede creer en Dios es Dios mismo. ¿Cómo va a creer Dios en sí mismo, si se posee, si se tiene, si se es? Entonces, ¿Dios no tiene religión? La religión de Dios es el hombre, que el hombre consiga su plenitud. El ser religioso es el hombre. Dios no es religioso. Dicho de otra forma, yo creo en Dios porque camino hacia él. Por esto Dios no puede creer en sí mismo, Dios no tiene fe, porque ya se posee. Creer es propio del hombre.

En esto el cristianismo, es novedoso y revolucionario, y va a ser Jesucristo quien nos desmonte pieza por pieza todo el templo de una religiosidad pagana. La fe es salir de sí hacia otra persona distinta de sí misma. Y en el caso de la fe cristiana, como esa persona es el Otro con mayúscula, Dios, decimos que la fe es un don. A él sólo podemos llegar con el don de la fe. “Nosotros creemos, porque caminamos en la Fe, con la Esperanza, hacia el Amor” Dice San Pablo.

Cuando estemos el amor, ya no necesitaremos la Fe. De la Fe hablaremos el próximo día. Seguimos tus huellas. El hombre no es más que una huella, pero una huella hecha a imagen de Dios en la tierra.

Tomado de,

FERNANDEZ IBÁÑEZ JJ., Seguimos tus huellas, Editorial De Oriente a Occidente, 2 ed., p. 15

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El peregrino insatisfecho

Desde el relato del Génesis nos encontramos fuera del Paraíso, peregrinos por la historia, pero soñando con volver un día a él, nuestra casa natural. Estamos viviendo en el exterior, en el extranjero, con la añoranza de un mundo perfecto, justo y fraterno.
Y nos hemos de hacer una pregunta: ¿quién nos ha dicho que existe ese mundo ideal?, ¿de dónde sacamos la idea de un mundo perfecto y paradisíaco?, ¿de alguien que ha venido a contárnoslo desde fuera? Y si fuera así, ¿le creeríamos?
No, lo sabemos por nosotros mismos, esa añoranza es la semilla que llevamos dentro y nos hace caminar. Es la semilla de Dios en el hombre la que nos empuja, la misma desde Adán y Eva. Abrahán fue el exponente más fiel de esa búsqueda, porque fue fiel a su conciencia, y porque se fió del Dios que la habita.
Nosotros estamos intentando reconstruir esa búsqueda desde una antropología religiosa, haciendo el recorrido del devenir del hombre que se interesa por la divinidad. Sin embargo, uno de los problemas que padece hoy la religión es que hemos aprendido a manejarla tan bien, y usamos a Dios tan a nuestro gusto, como mercancía cultural, que produce violencia y muertos, y deja el nombre de Dios ensangrentado. Sabemos mucho de Dios y en cambio de nosotros mismos, del hombre, no sabemos nada.
Pero los cristianos confesamos que Cristo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, como el resto de los humanos, es Dios y hombre verdadero, es el principio y la meta de las aspiraciones del hombre de verdad. En él sabemos que ese Paraíso al que nos gustaría volver no es otro que la Casa del Padre. Jesucristo fue el gran pedagogo que supo extraer, de unos pobres pescadores de Galilea, el espíritu de Dios que cada uno llevaba dentro.
La sed del Dios verdadero que llevamos dentro es lo que define el hombre de cualquier época y cultura, y mientras no la saciemos nos sentiremos peregrinos insatisfechos.

Juan José Fernández sj, del prefacio del libro, El peregrino insatisfecho, Editorial De Oriente Occidente

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La religión no es una meta, es un camino

limitesLa religión no es una meta, es un camino

Como resumen de ese cambio de perspectiva respecto a la religión, es decir, el paso de una religión de doctrina, moral y culto como valores supremos al de una religión de confianza en nuestro Padre del Cielo, vamos a escuchar al mismo Cristo, en la parábola del fariseo y el publicano. Tiene esta parábola un radicalismo tal que nos sorprende. Jesús acaba diciendo que el fariseo cumplidor volvió del templo a su casa en desgracia de Dios, mientras que el pecador, humilde y sincero, salió del templo gozoso y perdonado

La historia comienza un poco antes. San Mateo cuenta que un día pasaba Jesús con sus discípulos junto a unos trigales, era sábado y se pusieron a arrancar y a comer espigas. Estaba absolutamente prohibido, y eso significaba, para los buenos judíos una trasgresión grave. Como los discípulos ya eran amigos de Jesús, se estaban alejando un poco de la Sinagoga y de la Ley antigua. Unos fariseos que lo vieron le dijeron a Jesús: Señor, ¿no te das cuenta que tus discípulos hacen lo que no se puede hacer en sábado? Y él respondió: “El día de reposo fue hecho para el hombre, y no el hombre para el día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aún del día de reposo”.

En otra ocasión sucedió algo parecido con un paralítico. Jesús dice a los fariseos que le estaban acechando: “¿Es lícito curar en sábado? Ellos se quedaron callados. Jesús tomó al enfermo, lo curó y lo despidió. Y les dijo: si a uno de vosotros se le cae al pozo una oveja, ¿no la saca enseguida, aunque sea sábado?”. El sábado hay que santificarlo pero para seguir para adelante. Cristo les provocaba, para que se sintieran aludidos, pero como les costaba aceptar este nuevo mensaje, a causa de lo arraigadas que estaban sus tradiciones, en otro relato lleva al extremo la idea de religión. Hemos dicho que religión es lo que nos relaciona Dios, esa cuerda que nos une a Él. Y esa cuerda puede estar hecha con hilos fuertes o débiles.

Se trata de la parábola del fariseo y del publicano: «Un día subió un fariseo al Templo y rezaba así: ¡Señor te doy gracias porque yo no soy como los demás, ladrones, injustos, adúlteros… ayuno, pago los diezmos…». Era un santo, y cumplía la Ley a rajatabla, pero Jesús sentencia: «Este no bajó justificado a su casa». Podríamos decir, se fue del templo a su casa en pecado mortal. ¿Por qué? Porque ponía el objetivo de su religión en el cumplimiento de lo prescrito, y esto le provocaba soberbia. Y nosotros nos podemos preguntar, ¿cómo es que siendo piadoso y cumplidor de la Ley no fuera agradable a Dios? Era religioso, cumplidamente religioso, pero estaba unido a Dios por la cuerda afloja. El cumplimiento no le hacía hijo del padre. Hay que cumplir los mandamientos, hacer nuestras oraciones y dirigirnos a Dios, pero de verdad, como expresión de un caminar hacia Él. San Mateo dirá más tarde que serán estos, los escribas, los fariseos y los sumos sacerdotes quienes condenaron a muerte a Cristo. Gente muy fina en lo exterior, pero su corazón estaba lleno de orgullo.

Jesús acepta todo menos la adulteración de la religión, que se consigue cuando nos apoyamos en la doctrina, la moral y el culto como metas. No es una meta la religión, sino un camino. Apliquemos este mismo esquema a nuestra religiosidad: después de dos mil años de cristianismo y gracias a los apóstoles, a los grandes concilios, a los santos padres, a los grandes santos que nos han abierto caminos de espiritualidad y de oración, ¿no quedan restos del judaísmo religioso y cumplidor? ¿Dónde está la enseñanza de la Palabra de Dios y de la Iglesia?

En una de sus últimas homilías, el Papa Benedicto XVI, ha puesto como modelo la forma de rezar de la Virgen y del mismo Cristo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” -decía la Virgen, y “Tu no has querido sacrificios ni ofrendas, sin embargo me has preparado un cuerpo… He aquí que vengo, Padre, para hacer tu voluntad”. El “sí” del Hijo “Vengo a hacer tu voluntad”, y el “sí” de María: “Hágase en mí según tu palabra”, este doble “sí” se convierte en un único “sí”, y así el Verbo se hace carne en María y María es corredentora con Cristo. En este doble “sí” de la obediencia del Hijo y de la Madre es donde Dios nos salva. Y sólo en nuestro “sí” al Padre es donde nuestra vida se hace verdaderamente religiosa, y nuestra religión se hace verdadero camino.

La meta no son los sacrificios y ofrendas, sino un corazón abierto al Padre; aquellos no son más que expresión de esa voluntad nuestra que busca la voluntad de Dios.

Juan José Fernández Ibáñez sj

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El lenguaje religioso y la antiguedad

Celebraciones religiosas primitivas

Si Uds. abren cualquier libro de historia de las religiones se darán cuenta que empieza justamente por donde vamos a empezar ahora. Lo más viejo y antiguo y venerable que arroja la historia de las religiones es que el hombre primitivo practicaba una serie de ritos muy particulares. Eran celebraciones, apoyadas en relatos trasmitidos oralmente, referentes a circunstancias vitales, desarrolladas en forma de danzas. A esto la historia de la religión lo llama «mitos y ritos». Los ritos siempre responden a lo que narran los mitos, y los mitos son relatos de historias primigenias, pero entendidos como respuestas a esas grandes preguntas que, a partir de acontecimientos normales de la vida, adquieren una proyección trascendente de lo cotidiano, un  valor religioso.

La primera pregunta que deberíamos hacernos es si este material que las culturas primitivas han dejado a la posteridad, material en forma de danzas y fiestas, mitos, ritos y arte tiene algún matiz o tinte religioso. ¿Pueden ser las narraciones míticas, las danzas y el arte, formulaciones de una religiosidad? Sabemos que la religión no es algo constatable, la religión es algo interior y parece que el contenido de estas manifestaciones responden a esa inquietud humana, a esas preguntas y respuestas, a esas idas y venidas entre lo divino y lo humano. La religión no es algo constatable directamente, sino a través de sus manifestaciones externas: monumentos, productos expresivos de un sentimiento. Por eso la historia de las religiones comienza por ellos. Si no tuviéramos estos documentos no sabríamos nada de esos sentimientos religiosos; pero también es verdad que si no hubieran existido esos sentimientos todo esto no existiría. Conclusión: los monumentos no son la religión, sólo su expresión en formas culturales.

Ahora veremos cómo gracias a esos productos se aclara todo el sistema de religión. Por ejemplo, el arte. ¿Qué es el arte? Arte, en toda su diversidad y complejidad, puede ser la poesía, esa forma metafórica de hablar que expresa más de lo que inmediatamente dice. Arte es la música, la danza, la pintura, toda expresión plástica en general. En una palabra, y si queremos apurar la idea de arte o lenguaje expresivo, tenemos que decir que se trata sencillamente del esfuerzo por aludir a una realidad a la que no se puede acceder ni decir directamente. Donde la palabra no llega, lo que la palabra no puede decir, se dice con formas expresivas. Esto es lo que descubrió rápidamente el hombre. Es verdad que nuestros abuelos primitivos no hablaban con un lenguaje tan estructurado como el nuestro, y lo hacían con signos elementales, casi con onomatopeyas y símbolos muy simples, pero también es verdad que nuestro lenguaje, aunque tenga más recursos y esté más elaborado, tampoco puede eliminar los malentendidos. Nos comunicamos por aproximaciones, y nunca estamos seguros de que lo que yo estoy diciendo uds. lo estén entendiendo. Yo sé lo que quiero decir, pero no sé si uds. lo han captado. El lenguaje es ambiguo, dice y esconde, trasparenta y oculta; las palabras transmiten, pero sólo lo que pueden.

Esta ambigüedad es una condición permanente de cualquier forma de expresión, mucho más de aquellas experiencias religiosas profundas. Pensemos, por ejemplo, en una emoción tenida cuando ibas en avión, sentías que aquello se terminaba, lo estabas pasando mal… Cuando lo intentas contar a otra persona te faltan palabras, y el otro nunca llegará a saber lo que sentiste. Hay cosas que experimentamos y no podemos transmitir, y esto ya sucedió al principio de la humanidad; los sentimientos siempre desbordan las palabras, de forma que el hombre siente más de lo que puede decir. Cuando decimos que la capacidad de sentimientos y experiencias en el hombre es infinita, estamos comenzando a hablar de religión.

Así nace el arte primitivo, la danza, los ritos o las pequeñas narraciones que llamamos mitos. Y aquello que quieren decir estas expresiones artísticas, y que hoy tratamos de decir con palabras difíciles, es lo que llamamos religión. Se podría decir que todo arte es religión, todo, incluso la pintura de un desnudo más estridente y sexual, es religioso. El arte es un lenguaje metafísico, y lo que está más allá de la física es territorio religioso. Por eso los físicos actuales ya no hacen física solamente, sino que hacen filosofía de la física, y de ahí pasan a ser teólogos rápidamente.

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El hombre de los graneros llenos

El hombre de los graneros llenos.

El corazón del hombre es un misterio, y una de las características de ese corazón humano es la insatisfacción radical que padece. Nunca está satisfecho del todo, por eso lo definíamos como un corazón inquieto. Es de San Agustín la definición: Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti. Y desde esa inquietud tratábamos de comprender la permanente invitación de Jesús a “nacer de nuevo”.

El cristiano, más que cualquier otro hombre, ha de ser el que nunca se contenta con lo logrado. Para nacer de nuevo no es necesario volver al seno materno, como pensaba Nicodemo. Tampoco se trata del afán de novedades, de lo nuevo por lo nuevo. Es que al cristiano le urge la responsabilidad del futuro.

El hombre nuevo es el que ayer alcanzó una altura y, desde ese peldaño apenas alcanzado ya divisa otro que le espera, y cuando esté sobre él vislumbrará otra cumbre nueva. Siempre hay cumbres nuevas que nos esperan y nos llaman. Pero el hombre que se queda quieto en lo logrado se fosiliza. Estamos hablando del cristiano que siempre ha de caminar hacia lo mejor. No se trata de afán de novedades, sino de una búsqueda constante, que eso es ser hombre de verdad, no contentarse nunca con lo que uno tiene, sino avanzar desde lo que uno ha logrado hacia lo que puede lograr.

Hay un ejemplo que muy significativo en el Evangelio, Jesucristo lo dice muy claro: Había un terrateniente que tuvo una cosecha fabulosa, y ya antes de cosechar se dio cuenta de que no le cabía en los graneros. ¿Y qué dijo? Construiré más graneros y más grandes para almacenar toda la cosecha. Y cuando hubo almacenado toda la cosecha, se dijo: -“Alma mía, come, bebe y disfruta que ya tienes la vida asegurada”. Y Jesús le maldijo diciendo algo así: -Tonto, esta noche te pedirán cuenta de tu vida. ¿De quién será todo lo que tienes? (Lc. 12, 16-20). Ese hombre se había detenido, pensando que ya le bastaba. Cristo reacciona ante esa actitud: -Estás muerto, esta noche te juzgarán. Se está refiriendo al cristiano que, instalado en su cristianismo, ya se lo sabe todo. El mundo está lleno de cristianos viejos que estorban, ya lo dijo San Pablo: «Por estos, el nombre de Dios es blasfemado», estorban.

Esto mismo dijo el Papa Benedicto XVI no hace mucho, en la misa de inauguración del Sínodo sobre la Eucaristía: los que convierten a Dios en una devoción vacía, le están echando de sus vidas, tanto como los que le niegan. Es mejor un ateo con inquietudes, que un cristiano sin ellas. Es mejor un hombre nuevo que un cristiano viejo.

El hombre es el núcleo donde habita Dios y Dios es el Dios de vivos, no de muertos. Por tanto, no vamos tras novedades, pero sí tras esta inacabable e inextinguible ilusión, como tras una mariposa que intentamos cazar pero siempre se nos escapa… Y así será siempre. Este es nuestro destino y nuestra gloria, caminar.

Sabemos que los textos del Evangelio son siempre sorprendentemente nuevos, y seguirán siendo nuevos dentro de diez millones de años. Y nos sorprenden porque este hombre viejo que somos funciona con paradigmas, con esquemas heredados. Un paradigma es un sistema de pensamiento que filtra la información que te llega, como una especie de criba, que retiene algunas cosas y deja pasar otras.

Por ejemplo, si te dicen: -Dios ha muerto hoy, a las ocho menos cuarto de la mañana… rechazas la noticia. ¿Por qué? Porque sabes que Dios es inmortal… Esto de filtrar lo que interesa y lo que no interesa, lo hacemos todos cada día y en cada momento. Ahora mismo, muchas cosas de las que estamos diciendo, ustedes ya las han rechazado, porque no les va. Cuando se trata del paradigma religioso, el problema se hace delicadísimo, porque si a un niño le enseñas que Dios castiga siempre al niño que se porta mal, eso se le queda en el paradigma y automáticamente pensará: -Dios me espera en cualquier esquina y me va a castigar.

Pongamos el paradigma en positivo. Al niño que lleva una hora enredando en casa le decimos: -Dios está contento cuando tú eres bueno, y el niño entiende que ‘bueno’ significa ‘estarse quieto’. ¡Este es el concepto de ‘bueno’ que inculcamos al niño: no incordiar! Pasemos esto a términos de religión: -Dios se alegra cuando vas a misa, Dios se alegra cuando comulgas, etc. Ya tenemos el paradigma: ser buen cristiano es ir a misa y el mundo está lleno de cristianos que creen que cuando han ido a misa y han comulgado ya pueden devastar el Amazonas o lo que se les ponga por delante, no les importa.

Este es el cristiano viejo y envejecido que, por mantener lo de siempre, como el hombre de los graneros, el “que nada cambie”, para tenerlo así todo controlado, desoye las palabras de Jesucristo sobre el hombre nuevo. El cristiano ha de ser siempre nuevo y alegre, aunque tenga 80 años. La fe cristiana no es una lista de cosas a creer y mandamientos a practicar, pero también, y sobre todo una respuesta libre y amorosa a la voluntad de Dios. La amistad con Dios no deforma nunca al hombre, lo que nos deforma son nuestros apegos. Dios nunca deforma al hombre.

Juan José Fernández sj

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El resplandor de Dios es que el hombre viva

El resplandor de Dios es que el hombre viva

(RV).-

En los dogmas sobre Cristo, además de una verdad intelectual, de comprensión para la inteligencia, hay una propuesta de salvación, de la verdadera salvación para el hombre y para la humanidad entera. Acabábamos diciendo en nuestro espacio anterior que una humanidad que oprime al hombre camina velozmente hacia su destrucción, porque oprimir al hombre es desfigurar a Dios. Y hoy añadimos que una humanidad que afirma a Dios está lanzando al hombre hacia su libertad. Coincide siempre. Cuanto más cerca está Dios, más libre es el hombre, porque Dios es la dimensión del hombre. Cuanto más se oprime al hombre, más se aleja Dios, porque Dios es la dimensión del hombre. La palabra de Dios no es una “palabra” para la inteligencia, es su Hijo encarnado, es la vida del hombre. San Ireneo, un milagro de obispo por lo que supo decir, dijo algo que ni él mismo lo comprendía: “Gloria Dei vivens homo”. “El resplandor de Dios es que el hombre viva”.

El hombre muerto no, el hombre que vive, el hombre inquieto, el hombre que crece, el hombre que desea siempre más… ¡Ésta es la gloria de Dios! Es decir, aDios nadie lo ha visto nunca, pero el resplandor de su rostro sí; le podemos ver en el hombre que trabaja y se afana, que investiga y produce bienestar, en el que enseña y permite crecer… He aquí la palabra de Dios. Cuando Dios quiso decir algo a los humanos, su mensaje no le cabía sólo en palabras, sino que metió toda su palabra, todo su mensaje en “un Hijo”, en la vida humana. No lo acabaremos de entender, pero esto es definitivo: “Lo que hagáis a cualquiera de estos más pequeños a mí me lo hacéis”. Es palabra de Dios.

Si le das un beso a un hombre, le das un beso a Dios. Dios es el inaccesible, a Dios nadie le ha visto nunca, pero la cara de Dios se refleja en la mirada de un niño o en la mano tendida de un necesitado. Lo que hagas al hombre se lo haces a Dios. ¿Conocemos y amamos al hombre? Pues vamos conociendo y amando a Dios. ¿Desconocemos, ignoramos, maltratamos al hombre?, nos alejamos de Dios.

Es verdad que en función de este conocer al hombre han aparecido muchas ciencias últimamente, desde la antropología a la economía o desde la pediatría a las ciencias políticas, y han aportado datos útiles y necesarios; y es verdad también que en ese amar o tratar con dignidad al hombre hemos progresado desde las formas de esclavitud antiguas, pero ¿hemos desterrado la esclavitud de nuestro planeta?, ¿no siguen los asesinatos, desde forma de vida indefensas, -niños, mujeres y ancianos- a inocentes víctimas de la violencia?

¿No será más bien que hemos creído demasiado en nuestros proyectos y en nuestras humanas para luchar contra las cadenas que atenazan al hombre?, ¿en nuestros propios remedios técnicos, científicos, económicos, políticos y sociales? La ausencia de Dios en nuestros planes crea muerte y destrucción; el olvido de Dios permite la manipulación y la opresión. Y nuestra civilización desarrollada cree que cuanto más lejos esté Dios, más libre es para acometer atropellos contra el hombre. Este es el objetivo del ateísmo, desterrar del mundo toda presencia de Dios, porque hipoteca nuestra libertad

¿Entendemos lo que quiso decir el concilio de Calcedonia? Sólo una humanidad que reconozca a Cristo y su doctrina sobre el Dios encarnado, la Palabra de Dios manifestada en un Hijo, está lanzando al hombre hacia su verdadera libertad. Coincide siempre: cuanto más cerca está Dios, más libre es el hombre, Cristo, el Hijo del hombre, es la libertad de los hijos de Dios, porque Dios es la dimensión del hombre.

La frase de San Ireneo de Lyon, un cristiano y obispo del siglo II, “El resplandor de Dios es que el hombre viva”, es la verdadera luz sobre lo humano, porque lo verdaderamente humano es divino. Y San Agustín, en el siglo IV confiesa que, habiendo buscado a Dios por ahí fuera, por el exterior de las culturas y civilizaciones, pudo caer en la cuenta de que lo que buscaba lo lleva dentro, era más interior a él que él mismo. Dios se nos revela, le descubrimos, acaba de ser Dios para nosotros, cuando le encontramos en la vida del hombre.

Nunca sobrepasará esta meta el hombre, y todo lo que haga lo hará en la dimensión de Cristo, el Hijo del hombre, él es la grandeza del hombre. Y todo lo que digamos, lo que estudiemos e investiguemos, no añadirá mucho a lo que cada uno de nosotros lleva dentro.

Y todavía uno se podrá preguntar, ¿será verdad todo esto? Dice el gran maestro e inspirador de estas reflexiones, Antonio Oliver: “No sé si todo lo que hemos dicho es verdad, pero es cierto que me gustaría que fuera verdad. Ese “me gustaría o quisiera” es Dios que, justamente, lo llevas dentro, si no, ¿cómo lo podrías desear? Es Dios en el hombre quien te lo hace desear.

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The man of the full granaries

The man of the full granaries

The heart of the man is a mystery, and one of the characteristics of this human heart is the radical dissatisfaction it suffers from. It is never totally satisfied; this is why it has been considered a restless heart. It is Saint Agustin’s definition: Our hearts are restless until they rest in You. And from that restlessness, we have tried to understand Jesus constant invitation to “be born again.”

Christians, more than any other man, are never satisfied with their achievements. It is not necessary to go back to the mother’s womb in order to be born again, as Nicodemo used to think. Neither is the effort for novelties, of the new for the new, necessary. Christianity is urged by the responsibility of the future.     

The new man is that who, having reached certain height, discerns who is awaiting him; and when he is over him, he glimpses a new peak. There are always new peaks awaiting and calling us. But the man who stays still in his achievements becomes fossilized. We are referring to Christians who always walk towards the best. It is not about the effort for novelties, but about a constant search. A real man is that who is never pleased with what he has and makes progresses from his current achievements to the new ones.

There is a meaningful example in the Gospel; Jesus Christ clearly explains: «There was a rich man whose land produced a bountiful harvest. He asked himself, ‘What shall I do, for I do not have space to store my harvest? And he said, ‘this is what I shall do: I shall tear down my barns and build larger ones. There I shall store all my grain and other goods and I shall say to myself, «Now as for you, you have so many good things stored up for many years, rest, eat, drink, and be merry! But Jesus said to him, ‘You fool, this night your life will be demanded of you; and the things you have prepared, to whom they will belong.” (Lk. 12. 16-20.) That man stayed still, thinking it was enough. Christ reacts before that attitude: – You are dead, this night you will be judged. He is referring to the Christians who, installed in their Christianity, think they know everything. The world is full of old Christians who hinder, as Saint Paul said: “For them, the name of God is blasphemed,” they hinder.   

The same was said by the Pope Benedict XVI not long ago in the opening mass of the Synod on the Eucharist: those who convert God in an empty devotion are actually expelling him of their lives, as well as those who deny him. An atheist with worries is much better than a Christian with no worries. A new man is much better than an old Christian.

The man is the core where God lives, and God is the God of the alive, not of the dead. So, we do not follow novelties, we follow this endless and interminable illusion as trying to hunt a butterfly that always escapes… And it will always be like this. This is our destiny and our glory: to walk.  

We know that the texts of the Gospel are always surprisingly new, and will still be new in ten millions years time. And we are surprised due to the fact that, this old man we are, functions thanks to paradigms, and inherited outlines. A paradigm is a system of thought that filters the information you receive, some information is kept and other is overlooked. 

For instance, if somebody tells you: -God died today at seven forty-five in the morning… you reject the news. Why? Because you know that God is immortal… Every day and every moment, we filter the information we are interested in from that we do not care about. Right now, you rejected many of the things we are saying, probably because you do not care. When referring to the religious paradigm, the problem becomes quite serious because, if you teach a child that God punishes those who do not behave, it will remain in the child’s paradigm and he will automatically think: -God is waiting for me at the corner to punish me.  

Let’s make it positive. To the child that has been disturbing for one hour, we should say: -God is pleased when you are a good boy, and the boy interprets that “good” means “being quiet.” This is the meaning of “good” we instill into the child: do not disturb! Let’s apply it to religion: -God is pleased when you go to mass, God is pleased when you receive Holy Communion, etcetera. Here we have one paradigm: being a good Christian means going to mass, and the world is full of Christians who think that, once they have gone to mass and received the Holy Communion, they are able to devastate the Amazons or anything that were before them, they do not care.

This is the old and aged Christian who ignores Jesus Christ talking about the new man. This is due to his desire of having the same (as the man of the granary), of keeping things unchanged to have everything under control. Christians are always new and happy, despite being 80 years old. Christian faith is not a list of things to believe or commandments to put into practice; it is a free and loving response to God’s will. Friendship with God never distorts the man; we are distorted by our desires of keeping in the past. God never distorts the man.

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